Una, una siempre anhela el amorel amor quedito, pequeño, redondocomo un ápice brillanteen el manto sempiterno del tiempo.Y es entonces, que una llora,y llora más porque el amor nos derrota,nos estruja, nos hiere, y finalmentenos vuelve polvo.Sin embargo, no bajamos los brazos.Esos brazos permanecen una eternidad abiertos.Con el abrazo palpitante.Con el deseo cansado, envejecido, impermutable.Y una, una solo es esouna y ya,una entre tantas,entre todas;una, y nada más.Y es que una siempre espera ver llegar el amorese amor callado, tímido, imaginado.Interminablemente se le cree ver llegar,un poco tarde, un poco viejo, un poco roto.Y así se le abraza, se le acoge en el seno profundode la decepción y el desconsuelo.Y cuando cae el ocaso y se cierne sobre nuestro cuerpouna se vuelve de papel y al anochecer se incendia conla pasión y la entrega nunca derrochadas,se quema en medio de la nada por la falta de entrega.Y arrancamos una hoja más,que nos mengua, nos reduce, nos destroza.Y abrimos los brazos, las piernasabrimos el alma en un monólogo,en la ausencia.Y es que una al final ya cansada,postrada en el lecho solo la muerte le espera.Y así, dura y trágica manera,es La Muerte, el amor único, perpetuo abrazoque a tiempo llega.
jueves, septiembre 10
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1 comentario:
Quizá nacimos derrotados. Quizá nacimos viejos, pero también, quizá haya esperanza porque, ésta es precisamente para los que no tienen nada.
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